Ficha Libro


Monstruos invisibles

Mientras Patrick se entrena para competir en una prueba de snowboard, Biggi y Luc hacen un extraño descubrimiento en medio de una tormenta de nieve. ¿Es posible que se hayan topado con el famoso Yeti? ¿Existe de verdad ese ser fantástico, o todo forma parte de una trama mucho más complicada? ¡Únete a ellos para dar con la solución!

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Morris, se me cayó la pluma

A la pájara Picota se le ha caído una pluma. Si no la encuentra, el tejoncito no le dejará monedas de chocolate. El mapache Morris, puede conseguir cosas increíbles, pero encontrar la pluma es una misión difícil.... Morris lo inenta todo: Cuelga un cartel, pide ayuda a sus amigos, habla con el tejón...pero la pluma no aparece. ¿Será este su primer "caso perdido"?

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Morris, ¡Es mi cumpleaños!

El oso Bondi no parecía muy feliz, aunque era su cumpleaños. Y es que no sabía cómo invitar a Maru Osa a su fiesta. El mapache Morris podía conseguir cosas raras, difíciles, grandiosas; pero no tenía ni idea de cómo invitar a una osita a un cumpleaños. Aun así, ayudaría a Bondi. Aunque para eso tuviera que trepar, espiar y, sobre todo, pedir ayuda a todos los animales del bosque.

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Morris, ¡es mío, mío y mío!

El ratón Tantito no puede salir a jugar porque tiene que cuidar sus tesoros. Por eso le pide ayuda Morris y le ofrece a cambio todos sus tesoros de chocolate. Pero el mapache no es ningún trastero, ni un cuidador de cosas, ni un guardián de tesoros. ¿Cómo conseguirá el héroe más héroe del bosque, del río, del prado y de la vuelta al mundo convertir una no-hazaña en una sí-hazaña?

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Mosquito

Un mosquito le ofrece su ayuda a un anciano que quiere descubrir cuál es la carne más sabrosa, y librarse así de una terrible serpiente que lo quiere comer. A cambio, el anciano le da una dentadura de hierro para que ninguna víctima se le resista, pero el agudo insecto la utilizará para satisfacer su voracidad desmedida...

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Mozart. El pequeño gran músico

Mozart medía sólo un metro y medio, pero la mayoría de los músicos no le llegaba ni a la suela de los zapatos: desde que tenía cinco años componía música, lo mismo del derecho que del revés. Claro, que lo tenía fácil, porque había nacido con toda una orquesta dentro de la cabeza. Así que no podía pensar en otra cosa que no fuera la música. Hasta se cambió su nombre por otro más melodioso: Amadeus.

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