"Lunar, lunar..."; cantaban las niñas y Katrin, instintivamente, se tocaba la mejilla. No querían jugar con ella porque tenía aquel lunar color chocolate. Sólo había una forma de que Katrin entrara en el grupo: que les contara siete cuentos nuevos. Gracias a los muñecos y a su lunar, que no era un lunar cualquiera, pudo conseguirlo ¡Quién se lo iba a decir!

El amigo de mi sobrino Benjamín se llama Oliver. ¡Tiene tanta fantasía! De hecho, hemos escrito juntos una obra de teatro que han interpretado todos sus compañeros de clase. Para entrar en el teatro de Ratonia hay una escalera y Oliver no puede subirla porque va en una silla de ruedas. Pero Oliver superará todos los obstáculos: Ratonia cambiará, y sobre todo cambiarán los corazones de todos los roedores...

Todos los amigos de Jorge tienen abuelos muy habilidosos que hacen pajaritas de papel, cometas... A Jorge le gustaría tener un abuelo capaz de hacer algo que asombre a sus amigos. Por eso, escribe una carta al suyo, que vive en Buenos Aires. Éste le comunica su próxima llegada. Todos los amigos están ansiosos por conocerlo y ver qué cosas maravillosas puede hacer.

El calor ha llegado al pueblo de Moonville, y Anna y los demás brujos planean una excursión al pantano para refrescarse. Por desgracia, los vecinos han convertido el lugar en un basurero. Está lleno de latas de refresco, bolsas viejas, un monstruo con tentáculos ... ¡¿un monstruo?! ¡El mágico Club de la Luna Llena tendrá que vencerlo! ¿O quizá deba salvarlo?

En una casa muy bonita, con garaje, ventanas de aluminio y cristales ahumados... pero ni un trozo de jardín, ni un patio de arena donde pudieran jugar los niños. Y, de repente, aquel mundo tan triste se llenó de unicornios.