
La vieja Lulula decide hacer su colada diaria y colgar a secar su ropa en el patio, a pesar del augurio de tormenta. Voces misteriosas de su jardín y que aparentemente proceden del cerezo, el patinete, el azadón, el pozo, el balancín e incluso de su loro y de su perro, intentan disuadirla.
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