En el colegio de Katie, la comida es bastante asquerosilla, y Rita la Papafrita, la encargada del comedor, tampoco es muy amable que digamos... Todo esto hace que pase lo inevitable: ¡La guerra del comedor está servida!
Ver FichaEn el colegio de Katie, la comida es bastante asquerosilla, y Rita la Papafrita, la encargada del comedor, tampoco es muy amable que digamos... Todo esto hace que pase lo inevitable: ¡La guerra del comedor está servida!
Ver FichaMi hermana Clara decidió un día gastarse parte de sus ahorros en una suculenta comida a base de salchichas, una de las cosas que más nos gustan. Pero cuál no sería mi sorpresa al comprobar que mi salchicha no se dejaba pinchar con el tenedor ni había forma de hincarle el diente...
Ver FichaA María y a sus amigos les gusta comer pies de goma negra, manos blandas, esqueletos azules y corazones de azúcar. Un día, encuentran un yogur parlanchín que les llevará a un lugar desconocido donde descubrirán un extraño mundo.
Ver FichaPablo Diablo es el terror de su casa y del colegio. ¿Qué ocurrirá con la plaga de piojos? ¿y con la excursión? ¿y con los invitados de la cena que ofrecen sus padres en casa?
Ver FichaMamá Pimpona quiere alimentar a sus hambrientos pimponcitos, pero por nada del mundo recurriría a aquellos sabrosos...
Ver FichaRemy es una rata que sueña con convertirse en chef de un gran restaurante de París. Pero lo tiene todo en su contra: a su familia no le parece bien y, además, no es una profesión en la que los roedores sean bienvenidos... Casualmente, acaba en la cocina de un prestigioso restaurante, donde conoce a Linguini, el chico de la basura. Entre los dos vivirán una serie de increíbles aventuras culinarias.
Ver FichaEl resultado es una fábula con la que los niños aprenderán la importancia de compartir y de ser solidarios. Y además, descubrirán que para superar situaciones de necesidad y dificultades, muchas veces sólo hace falta un poco de ingenio e imaginación.
Ver FichaEs la hora de cenar y Diego tiene delante un plato de espinacas. Pero como no le gustan nada, se le ocurren mil excusas para no comérselas, entre ellas, que son verdes. Su madre no sabe ya qué hacer con él, así que le mete una cuchara de espinacas en la boca. Diego se las escupe en la camisa. La madre se enfada mucho, y en ese momento llega el padre, que se sienta con él en la mesa y hace un conjuro para que las espinacas se vuelvan rojas y así estén buenas.
Ver FichaAntea y Filipa son dos viejecitas humildes que lo comparten todo, aunque su todo sea casi nada: sopa de agua de lunes a sábado y un fideo a medias los domingos. Pero son felices al contar con su mayor riqueza: el afecto de la una por la otra.
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