De pequeña, todos la conocían por Bibi. Entraba y salía de las casas de la urbanización como si fueran suyas. Los vecinos la compadecían por ser huérfana de madre y porque su padre, además de no trabajar, se pasaba gran parte del día borracho. El carácter alegre y abierto de la niña pone en el relato un fondo amable a un problema social duro, al que el autor ha sabido buscar solución sin provocar desgarros y amarguras.

Todos los veranos Blanca se traslada con sus padres a la casa de la costa. Nunca ha disfrutado de la playa, pero desde que está leyendo Robinson Crusoe el mar le parece distinto. Un día sorprende a un niño africano escondido en la cabaña que hay en su jardín. Le llamará Viernes. Ambos compartirán una increíble aventura para que nadie le descubra, pero todo se complica cuando las vacaciones se terminan. Si Blanca se marcha, ¿cómo podrá ayudar a Viernes?

Danko, el potro de Grígor, es capaz de guiarse por las estrellas y tiene más fuerza que cuatro caballos juntos. Además entiende el lenguaje de los hombres aunque sólo obedece a su joven amo. Pero tantas virtudes traerán la desgracia del potro y del muchacho, porque la fama de Danko llega a oídos del ambicioso Pávirich.

A Javier no le gusta hacer lo que le proponen sus tres amigos, y ellos creen que es un cobarde. Sin embargo, cuando sus gamberradas van demasiado lejos, Javier les demuestra quién es el más valiente. Así nos lo cuentan cinco animales que se ceden la palabra con una fórmula muy original y creativa.

Elia y su hermano siempre escuchan las historias que su abuela les cuenta antes de dormirse, como aquella que trata de lo que le ocurrió a su padre cuando era niño: un buen día, decidió vivir con los ojos cerrados. Así iba por todas partes, incluso a la escuela. Nada ni nadie conseguían que los abriera. Sólo fue eficaz la ayuda de un buen amigo.